Historia

Manlio Brosio: un forjador de consensos durante la Guerra fría

  • 01 Jan. 2005 - 31 March 2005
  • |
  • Last updated 04-Nov-2008 02:03

Ryan C. Hendrickson repasa la vida de Manlio Brosio, cuarto Secretario General de la OTAN, al cumplirse 25 años de su fallecimiento.

Al aproximarnos al vigésimo quintoaniversario del fallecimiento del cuarto Secretario General de laOTAN, Manlio Brosio, sucedido el 14 de marzo de 1980, el entornoestratégico en el que actúa la Alianza y las actividades en las queinterviene han sufrido cambios que las hacen casi irreconocibles.Pero la OTAN no ha variado en algunas cosas y una de ellas es en elproceso de elaboración de consensos. Y fue en este campo dondesobresalió Brosio, un hombre tranquilo que rara vez ocupó el centrode la escena pública durante los siete años – de 1964 a 1971 – queestuvo dirigiendo la Alianza.

Brosio nació en 1897 y estudió Derecho en la Universidad de Turín.Muy pronto sintió una atracción por la política que se viofrustrada por el ascenso al poder del fascismo. Dadas susconvicciones antifascistas no pudo regresar a la escena políticahasta 1943, llegando a ser por breve espacio de tiempo Vice PrimerMinistro de Italia, para pasar posteriormente a desempeñar el cargode Ministro de Defensa en 1945 y 1946. El haber representado aItalia como embajador ante la Unión Soviética, Reino Unido, EstadosUnidos y Francia entre 1947 y 1964 le ayudó a adquirir un bagajeque le iba a resultar muy necesario para enfrentarse con lascuestiones cotidianas de la Alianza. Tal y como reflejan en su obraEl liderazgo político de la OTAN (Westview Press, Boulder,CO, 1979) los principales historiadores de los SecretariosGenerales de la OTAN durante la guerra fría, Robert S. Jordan yMichael Bloom, Brosio mantuvo en todo momento su compromiso con launidad transatlántica y fue siempre el verdadero líder yrepresentante de todos los Aliados – tanto grandes comopequeños.

Siendo un hombre de carácter educado y amable, Brosio procurabaevitar la confrontación directa dentro de la Alianza y centrarse ensu papel de administrador eficaz que trabajaba impulsando elconsenso mediante la diplomacia paciente y las negociacionesprivadas. Se caracterizaba por su amplia instrucción y sudetallismo, y cada mañana acudía a su oficina por la mañanatemprano para sumergirse de inmediato en todos los aspectospolíticos de las operaciones de la Alianza. Sus ayudantes recuerdanel excepcional conocimiento que demostraba de los asuntos en curso,un conocimiento adquirido y mantenido mediante la lectura voraz dela prensa matutina. Su rutina matinal también incluía estudios dealemán, que él consideraba necesario para poder servir con máseficacia a todos los miembros de la Alianza.

La época Brosio coincidió con un periodo especialmente difícilpara la unidad entre los Aliados cuando el pensamiento estratégicode la OTAN evolucionó desde una doctrina de “represalia masiva” aotra de “respuesta flexible”, un cambio de doctrina que provocógrandes diferencias e incluso el traslado de la sede de la Alianzade París a Bruselas.

Jordan y Bloom resaltan que en su intento de seguir siendo en todomomento el dirigente de los 15 Aliados sin excepciones, Brosioprefirió ceder temporalmente la presidencia del Consejo delAtlántico Norte al embajador belga ante la OTAN, André de Staercke,que actuó como presidente de facto de dicho Consejodurante las negociaciones para el traslado de la Alianza aBruselas. Él se concentró mientras tanto en mantenerse en estrechocontacto y con los canales de comunicación abiertos con todos losAliados, promoviendo la unidad de la OTAN.

Mientras la Alianza preparaba su traslado a Bruselas brotaron lasdiferencias entre los Aliados sobre las propuestas de control dearmamentos a negociar con la Unión Soviética, y muchos paísesmiembros creían que hacía falta incrementar las consultas dentro dela OTAN. A propuesta del Ministro belga de Asuntos Exteriores,Pierre Harmel, el Consejo del Atlántico Norte ordenó realizar unestudio que volviese a analizar las misiones y propósitos de laOrganización en la guerra fría.

El Informe Harmel que resultó de ese estudio y que tardó un año enprepararse presentó un futuro nuevo y revolucionario para la OTANal llegar a la conclusión de que la Alianza tenía dos misiones deidéntica importancia: la defensa y la distensión. De ese modo, elinforme recomendaba que la Alianza mantuviera su misión tradicionalasociada con la defensa y desarrollase a la vez un nuevo objetivode “distensión”. Esto implicaba que los Aliados, sin dejar dereconocer la amenaza contra la seguridad que seguían representadola Unión Soviética y el Pacto de Varsovia y la necesidad de ladisuasión militar, también debían intentar fomentar unas relacionesmás estables con ellos y abordar las cuestiones políticasfundamentales.

En la actualidad la mayoría de los analistas consideran el InformeHarmel como uno de los primeros documentos que contribuyeron aampliar la misión de la OTAN permitiendo así que la Alianza llegaraa ser algo más que una organización militar y se convirtiera en unaunión diplomática dotada también de misiones políticas. En su libroLa OTAN, la Unión Europea y la Comunidad Atlántica: el pactotransatlántico reconsiderado (Rowan and Littlefield, Boulder,CO, 2002), Stanley R Sloan le atribuye el mérito de habercontribuido a restaurar un amplio consenso transatlántico entre losAliados cuando la OTAN evolucionó y comenzó a utilizar diferentesplanteamientos diplomáticos, políticos y militares para podergarantizar la seguridad transatlántica. Y el Informe Harmelposiblemente allanó el camino para los grandes cambios en lasmisiones de la Alianza que se produjeron en la Cumbre de Roma de1991, cuando los Aliados aprobaron el primer Concepto Estratégicoposterior a la guerra fría.

Resulta interesante el hecho de que el mismo Brosio se mostró alprincipio receloso respecto a la distensión, tal y como se reflejaen sus diarios inéditos, que se guardan en los archivos de laFundación Luigi Einaudi de Turín y están siendo preparados para supublicación por el historiador italiano Bruna Bagnato de laUniversidad de Florencia. Y sin embargo acabó prestando todo suapoyo al Informe Harmel. Antes y después de que los Aliadosaprobasen oficialmente ese documento, él se dedicó a promover lacooperación transatlántica en materia de control de armamentosmediante sus esfuerzos diplomáticos en el seno de la OTAN, en lamisma época en la que las iniciativas dirigidas por EEUU conducíanal Tratado de No Proliferación Nuclear y a las Conversaciones parala Limitación de Armas Estratégicas.

Además de ejercer su liderazgo durante todos esos acontecimientosde la historia de la OTAN, Brosio será recordado por su condiciónde paladín del gasto en defensa, por la rigurosa supervisión queejercía durante las reuniones del Consejo y por el conocimiento yrespeto que demostraba respecto al protocolo diplomático entre losAliados. También sabía permanecer tranquilo durante las sesionesmás tensas del Consejo del Atlántico Norte, sin mostrar apenasninguna emoción ni siquiera durante las discusiones más acaloradas.Y en los momentos más difíciles demostró una especial habilidadpara redactar el borrador de memorandos en los que aprovechabatodos los matices semánticos y políticos para conseguir el consensodentro de la Alianza.

En sus memorias tituladas La OTAN: el pactotransatlántico (Harper and Row, New York. 1970), el exembajador estadounidense ante la OTAN Harlan Cleveland, que estuvodestinado en la sede de la Alianza en la época de Brosio, reconocíael mérito del cuarto Secretario General por haber proporcionando el“ingrediente político” necesario para alcanzar el consenso en lascuestiones más difíciles. Y lo atribuía a su estilo diplomático tanprudente y juicioso, que normalmente contribuía a fomentar lacomprensión y comunicación entre los Aliados.

Brosio fue un defensor entusiasta de los “almuerzos de los martes”de los embajadores ante la OTAN, que servían para que losRepresentantes Permanentes pudieran reunirse informalmente paraanalizar y desarrollar objetivos políticos comunes. A diferencia desu predecesor, Dirk Stikker, puso especial empeño en asistir aestos almuerzos, lo que contribuyó a que se convirtieran en unaimportante característica exclusiva de la maquinaria institucionalde la OTAN.

También se las arregló para desarrollar unas relaciones de trabajoeficaces con los dos Comandantes Supremos Aliados en Europa con losque coincidió durante su desempeño del cargo de Secretario General– los generales norteamericanos Lyman L. Lemnitzer y Andrew J.Goodpaster – a pesar de lo diferentes que eran sus personalidades ysus estilos.

El Secretario General de la OTAN solamente puede influir en lasdecisiones de la Organización mediante su presidencia del Consejodel Atlántico Norte y no tiene ninguna autoridad oficial o poder dedecisión sobre sus políticas, así que los máximos dirigentes de laAlianza siempre han visto muy limitada su capacidad para cambiar elrumbo de la organización. Al igual que otros muchos de susantecesores y sucesores en el cargo, Brosio tuvo a veces queesforzarse mucho para conseguir ser escuchado, así que no debeexagerarse el impacto personal que pudo tener sobre la política dela Alianza. Pero si repasamos los complejos retos estratégicos quela OTAN tuvo que afrontar a mediados de los años 60, la historianos muestra un cuadro general extremadamente favorable para sugestión. A fin de cuentas, su capacidad y la diplomacia pacienteque aportó al cargo representan cualidades que todos losSecretarios Generales deben cultivar para poder ayudar a la Alianzadurante los periodos de cambio o de diferencias internas entre losAliados.

Ryan C. Hendrickson es profesor asociadode ciencias políticas en la Universidad de Illinois Oriental, ytrabaja actualmente en un libro sobre los Secretarios Generales dela OTAN.