En 1999 la OTAN celebró su 50ª Cumbre en Washington. Entre los jefes de estado estaban Bill Clinton, Tony Blair y Jacques Chirac. Ante la necesidad de enfrentarse al desastre humanitario aparecido en Kosovo, los dirigentes aprobaron un informe titulado “Hacia una asociación para el siglo XXI”. Difícilmente podían imaginar entonces la importancia que llegaría a tener esta cuestión.
En 1999 la OTAN celebró su 50ª Cumbre en Washington. Entre los jefes de estado estaban Bill Clinton, Tony Blair y Jacques Chirac. Ante la necesidad de enfrentarse al desastre humanitario aparecido en Kosovo, los dirigentes aprobaron un informe titulado “Hacia una asociación para el siglo XXI”. Difícilmente podían imaginar entonces la importancia que llegaría a tener esta cuestión.
El año pasado la Alianza celebró en Chicago la mayor de sus cumbres, a la que asistió un número sin precedentes de socios. De hecho, había más representantes de países de fuera de la OTAN que miembros de la Alianza, países que iban de Japón a El Salvador, de Mongolia a Suiza y de Suecia a Uzbekistán.
Y no sólo se trataba de naciones: las NU estaban representadas por su Secretario General, Ban Ki Moon, y la UE por el presidente van Rompuy.
Eran precisamente esas asociaciones las que le habían dado tanta transcendencia al evento. Y también se había diversificado la gama de cuestiones a debatir, desde los efectos de la liberación de Libia hasta el impacto de la crisis financiera mundial.
Si se analizan las diferencias entre la Cumbre de Chicago y la de Washington resulta difícil recordar que sólo las separan algo más de 13 años. Pero son las asociaciones (y la forma de sacarles un mayor partido) lo que ha hecho que constituyan dos mundos diferentes.
En este número de la Revista de la OTAN analizamos cómo podrían progresar las asociaciones. Escuchamos las opiniones de la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Baronesa Ashton, y del Comandante Supremo Aliado para la Transformación, General Jean-Paul Paloméros. Y estudiamos algunos casos especiales (como los de Irlanda y Suecia) para ver si las asociaciones han beneficiado a las dos partes, y cómo lo han hecho.